Cánovas : 10
Cánovas Capítulo X de Benito Pérez Galdós Desde aquel día, el náufrago salvado de las olas del infortunio quedó unido a mí por vínculos fraternales. Casiana y yo partíamos el pan y la sal con Segismundo, y él nos mostraba un cariño respetuoso que más parecía veneración. Juntos salíamos los tres de paseo, tranquilos, alegres, ni envidiados ni envidiosos, y por las noches no perdonábamos nuestra partidita de café en los de Zaragoza, Venecia o San Sebastián donde poníamos el paño al púlpito despotricando, ora en tonos enérgicos, ora en sarcástico estilo, contra la oligarquía dominante. Aunque perorábamos para una posteridad remota, los parroquianos que nos oían con la boca abierta celebraban nuestras locas arengas, cual si en ellas viesen una palpitante actualidad. En nuestra casa teníamos luego una segunda soirée más interesante y divertida, porque en ella gozábamos la inefable libertad del disparate sin acortar el vuelo de nuestros arrebatados...
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