Monarquía

Evolución del concepto de monarquía

Las denominaciones más antiguas para designar a quien tiene el poder político proceden de la raíz indoeuropea reg, en su acepción de ‘conducir’; de ella derivan la voz latina rex y sus derivados romances —como “rey” en castellano—, o la germánica rikja. En la tradición clásica, Aristóteles empleó el término “monarquía” para referirse al gobierno de “uno” cuando éste buscaba el bien de la comunidad; en caso contrario, se trataba de una “dictadura” o “tiranía”. La voz rex fue la utilizada por los caudillos bárbaros al repartirse el Imperio Romano de Occidente; la corona, que distinguía al rey y era su símbolo, se erigió entonces en atributo de poder, introduciéndose, de este modo, una distinción entre el sujeto —el rey— y la institución —la Corona—, mientras que el término “monarquía” se reservó en adelante para la forma de gobierno o de Estado. La conversión de los reyes paganos establecidos en el solar del antiguo Imperio Romano introdujo, además, la legitimación divina del poder: al tiempo que pudo emplearse la expresión rex gratia Dei, se hizo responsable al rey ante Dios, de manera que éste tuvo responsabilidades y obligaciones concretas que atender. A los anteriores elementos se sumó posteriormente la sucesión dinástica, una novedad que siguió a la destrucción del reino godo y que supuso el abandono definitivo del sistema electivo practicado hasta entonces.

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