XV. Hacia el ocaso
Freud a su paso por París, camino de Londres, en junio de 1938. LA salud de Freud empeora durante estos años de manera alarmante. A Eitingon le escribe: «La diversidad y el número de mis achaques me hacen preguntarme cómo podré continuar mi trabajo profesional, especialmente desde que he dejado el dulce hábito de fumar, lo cual ha reducido mucho mis intereses intelectuales. Todo esto me hace ver negro el futuro. Lo que más temo es quedarme impedido mucho tiempo sin posibilidad de trabajar o, para decirlo más claramente, sin posibilidad de ganar dinero». El miedo que Freud expresa a su amigo en esta carta fechada en 1926, está bien fundado. Aparte de la lucha que está manteniendo contra su cáncer de boca, acaba de tener dos pequeños ataques al corazón. No sólo tiene que dejar de fumar, sino que también siente menos ganas de hacerlo, señal de su pésimo estado. Se limita, por tanto, a tratar sólo tres pacientes al día, y entre los médicos y su familia le convencen...
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