XIV. Entre la alegría y el espanto
Frío y soledad en Arles Lo cierto es que Arles no le recibió con sol. ¡Nevaba cuando Van Gogh bajó del tren! Algo inesperado, insólito. Bajo la nieve, casi en penumbra, echó a andar por la rue Cavallerie, con todos los bártulos a cuestas. Al azar, eligió el hotel Carrel. Y era de noche cuando se dejó caer en la cama. En realidad, no había llegado a Arles para descansar. Había llegado para arder.
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