X. Primeros psicólogos disidentes: Jung y Adler
Karl Gustav Jung Nació en 1875 en el cantón suizo de Turgovia. Estudió medicina en Basilea, especializándose en psiquiatría, que empezó a practicar en Zurich con Breuer en 1900. Tuvo como maestro, por tanto, desde el primer momento, a uno de los psiquiatras europeos más distinguidos, del cual aprendió muchísimo, sobre todo en el campo del tratamiento de enfermedades mentales. Se interesa pronto por la psicología profunda, sobre la que escribe su tesis, y en 1903 empieza a escribir importantes trabajos sobre las asociaciones verbales que le llevan a la conclusión de que cuando una persona asocia espontáneamente palabras a una serie de ellas dada por el examinador, sus respuestas pueden llevar al conocimiento de importantes aspectos de su inconsciente, y especialmente de sus complejos. Estos son los responsables, de acuerdo con su teoría, de las alteraciones provocadas en el curso de las asociaciones. Desde 1906 hasta 1910, Jung se adhirió totalmente a las teorías de Freud. Pero Abraham, que había trabajado con él varios años, hizo notar desde un principio la tendencia de la escuela de Zurich hacia lo que calificó de ocultismo, astrología y misticismo. Freud, por su parte, hizo caso omiso de estas advertencias, pues tenía entonces puesta su fe en el joven suizo. En una ocasión, en 1909, Jung sorprendió a Jones al decirle que encontraba innecesario analizar con sus pacientes detalles especialmente desagradables, pues, según dijo, eso hacía luego difíciles las cosas cuando se los encontraba fuera de la consulta en situaciones sociales. En otra ocasión añade: «Tanto con mis estudiantes como con los pacientes me va mejor no poniendo el tema de la sexualidad en lugar prominente». Esto, naturalmente, estaba totalmente en contra del enfoque freudiano, pero ese mismo año, sin embargo, fue cuando hizo el viaje con Freud y Ferenczi a América, llevándose excelentemente bien con los dos. La confianza que Freud tenía en él era tal que, cuando Adler se separó del grupo, Freud le habló a Jung abiertamente de su preocupación por este abandono, y las palabras de apoyo de éste, dijo Freud, «me han hecho un inmenso bien». Durante esa misma charla, sin embargo, Freud le recordó que lo principal para ellos era el estudio de la neurosis, y que debía olvidarse un poco de la mitología, que Jung estaba estudiando con gran interés para relacionarla con sus propios trabajos. Antes de que surgiera ninguna diferencia abierta entre los dos, Ferenczi recibió una carta de la mujer de Jung, en la que ésta le decía que esperaba que Freud no estuviera enfadado con su marido. Ni Ferenczi ni Freud supieron interpretar a qué se refería. La mujer de Jung, que siempre le ayudó en su trabajo, supo ver, antes que ellos, que seguían caminos diferentes y que Freud no lo aprobaría. En 1912 se empezó a enturbiar el clima. La escuela de Zurich se apartaba cada vez más del freudismo estricto, y era sólo cuestión de tiempo el que Jung mismo se separara totalmente, pues estaba canalizando su trabajo por rutas nuevas, y las diferencias con Freud eran cada vez mayores. Freud seguía sus investigaciones en el campo del inconsciente personal, es decir, del individuo aislado, mientras que Jung se interesaba por el inconsciente colectivo y consideraba insuficiente el enfoque referido a la esfera sexual que Freud propugnaba. La ruptura tiene lugar, por fin, en 1913. Si para Freud el golpe fue duro, para Jung, al verse ahora solo sin la figura directiva de Freud, no lo fue menos, y en sus Recuerdos dice que en esta época creyó a veces encontrarse cerca de la psicosis, al tener que enfrentarse con todos los problemas personales y de su investigación sin ayuda ninguna. Básicamente, las teorías que entonces Jung empezaba a formular y que desarrollaría más tarde, se fundan en la distinción de dos tipos psicológicos fundamentales: los introvertidos y los extravertidos. Los introvertidos dirigen su interés emocional hacia su vida interior —Jung mismo tenía esta tendencia—, mientras que los extravertidos lo dirigen hacia el mundo que les rodea —Freud es un ejemplo de estos últimos—. Jung ve a la persona a través de un enfoque más espiritualista que Freud. En cuanto al inconsciente, su interpretación también es diferente. Para Freud en el inconsciente se encuentran los conflictos de la niñez, mientras que para Jung el inconsciente es como una herencia que recibimos de las experiencias de los hombres que nos han precedido. Para estudiar esto más a fondo, Jung realiza una serie de viajes, poniéndose en contacto directo con hombres primitivos de Africa, árabes del desierto, indios de Arizona y Nuevo México y pieles rojas, y trata así de explorar el inconsciente colectivo. Jung sostiene, pues, que el hombre cuando nace posee una experiencia procedente de sus antepasados, a través de la cual descifra la experiencia del mundo exterior, que él va adquiriendo. Aparte de las diferencias de enfoque en sus trabajos respectivos, que como se ve son considerables, las relaciones personales de Jung y Freud también se enfrían. Un malentendido entre ambos empeoró aún más su amistad: En una ocasión Freud escribió a Jung anunciándole que salía al día siguiente para ver a un amigo común a quien iban a operar, el cual vivía cerca de Constanza, en Alemania. Pensando que sería fácil para Jung desplazarse hasta allí, le pidió que se acercara él también para tener oportunidad de verse los tres y discutir sobre sus investigaciones. Jung no apareció ni se recibió noticia alguna de él, pero al mes siguiente, en sus cartas a Freud, le mencionó varias veces que «había comprendido su gesto de Constanza». Freud entonces no pudo entender lo que quería decir, pero seis meses más tarde, Jung, a la vuelta de un viaje a América donde había dado unas conferencias, le dice a Freud que no había podido aún olvidar el resentimiento que le causó el que Freud le invitara cuando ya era demasiado tarde, pues había recibido su carta el día en que Freud tenía que volverse ya para Viena. Es decir, Jung, al recibir la carta cuando ya no había tiempo para desplazarse hasta Constanza, lo interpreta como un «acto fallido» inconsciente de Freud, debido a que en realidad no quería verle. Freud entonces le asegura que le había mandado la carta con suficiente antelación, y sólo entonces cae Jung en la cuenta de que justo por esas fechas había estado dos días fuera, y que había encontrado su carta a su regreso. Es más, tampoco se le había ocurrido mirar el matasellos para ver cuándo había llegado realmente. El desliz, o el acto fallido, había sido, por tanto, de Jung, no de Freud, y era aquél, además, el que estaba proyectando su propia animosidad sobre el otro. Los dos se dan cuenta perfectamente de que su antigua amistad ya no es lo que era antes, y las disculpas que Jung le pide a Freud sirven ya de poco. Poco tiempo después, en 1913, se separan para siempre, siguiendo cada cual su propio camino y creando escuelas de psicología diferentes.
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