Tristana: 10
Capítulo X 10 Pág. 10 de 29 Tristana Benito Pérez Galdós Tristana, según su expresión, no temía, después de enamorada, ni al toro corpulento, ni a la serpiente boa, ni al fiero león del Atlas; pero tenía miedo de D. Lope, viéndole ya cual monstruo que se dejaba tamañitas a cuantas fieras y animales dañinos existen en la creación. Analizando su miedo, la señorita de Reluz creía encontrarlo de tal calidad, que podía, en un momento dado, convertirse en valor temerario y ciego. La desavenencia entre cautiva y tirano se acentuaba de día en día. D. Lope llegó al colmo de la impertinencia, y aunque ella le ocultaba, de acuerdo con Saturna, las saliditas vespertinas, cuando el anciano galán le decía con semblante fosco «tú sales, Tristana, sé que sales; te lo conozco en la cara», si al principio lo negaba la niña, luego asentía con su desdeñoso silencio. Un día se atrevió a responderle: «Bueno, pues salgo, ¿y qué? ¿He de estar encerrada toda...
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