Rojo y negro: Capítulo XL
Rojo y negro de Stendhal La reina margarita ¡Amor! ¡En qué locura consigues hacernos hallar placer! Cartas de una religiosa portuguesa. Cuando sonó la campana que llamaba a la mesa, y abandonó Julián la biblioteca, se iba diciendo, mientras se encaminaba al comedor: -¡Qué ridículo debo ser a los ojos de esa muñeca parisiense! Fue una locura descubrirle mi pensamiento... aunque, bien pensado, acaso no fue ni torpeza siquiera... La verdad, decir lo que pensaba en aquella ocasión, era muy digno de mí. Además, ¿quién le mandaba preguntarme cosas íntimas? Hubo indiscreción por su parte... faltó a las conveniencias... El juicio que Dantón pueda merecerme no forma parte del sacrificio que su padre me paga. Las preocupaciones de Julián volaron juntamente con su mal humor no bien llegó al comedor, y reparó de nuevo en el luto que vestía la señorita de la Mole, luto que llamó tanto más su atención, cuanto que ninguna otra persona de su familia vestía de...
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