Rojo y negro: Capítulo L
Rojo y negro de Stendhal El vaso del Japón Su corazón no comprende al principio toda la extensión de su desgracia: está más turbado que conmovido; pero a medida que la razón recobraba su imperio, consigue medir mejor la profundidad de su infortunio Para él, ya no existen los placeres ni la vida, su alma no siente ya ni puede sentir más que las puntas aceradas de la desesperación que la desgarran ¿Pero a qué hablar de dolores físicos? ¿Hay dolor sentido por el cuerpo comparable a éste? JUAN PAUL Apenas si Julián tuvo tiempo para cambiar de traje, pues llegó cuando la campana llamaba a la mesa. En el salón encontró a Matilde, que suplicaba a su hermano y al señor de Croisenois que no fuesen a pasar la velada a Suresnes, en la casa de la mariscala de Fervaques. Difícilmente hubiese podido estar más seductora y más amable con aquellos. Después de la comida llegaron los señores de Luz, de Caylus, y varios otros. Matilde había recobrado, al parecer, su culto...
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