Prim : 26
Prim Capítulo XXVI de Benito Pérez Galdós «Con lo que ahora me has dicho -afirmó Teresa-, voy comprendiendo mejor lo que en otra ocasión te oí de esa religión... particular tuya... y de tu corto catecismo. Cuéntamelo otra vez. -Mi maestro me enseñó la religión más sencilla, y una moral que, por mucho que se la quiera estirar escribiéndola, no ha de ocupar más que una carilla de papel de cartas... Pero yo no necesito escribiría, porque en mi memoria están grabados los diez Mandamientos, grabadas las Obras de Misericordia, y con esto me basta... Y como dije a usted otro día, yo me desentiendo de curas, frailes, obispos, y de toda persona encapuchada que quiere mandarme al Cielo o al Infierno, o que viene a pedirme dinero por un sacramento, por un sufragio... -Poco a poco, Ibero -dijo Teresa, que si en el fondo de su alma pensaba y sentía lo mismo, creíase obligada, por presunción señoril, a opinar con sensatez-; recoge velas, y párate un poco. No podemos...
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