Para ser un buen arriero: 3
Para ser un buen arriero... Tipos y paisajes de José María de Pereda - III - Dos meses hacía que el indiano había llegado a casa de sus sobrinos. Trasladados a ella los equipajes que había dejado en Santander, y hechas algunas reformas indispensables en la habitación que había elegido en la misma casuca, el pobre hombre vivía bastante satisfecho, entregado a los potajes que le disponía su sobrina, si no con gran acierto, con la voluntad y el deseo más nobles del mundo. Los dos esposos comían con él a la mesa y de sus mismos manjares; lo cual, no obstante (preciso es confesarlo), siempre se levantaban de ella Blas y Paula un si es no es descontentos y contrariados. El indiano no era goloso ni probaba el vino; por el contrario, se daba como un diablo a los amargos, y por tanto, comía aceitunas y bebía cerveza por todo regalo. Paula, pues, no veía un azucarillo por un ojo de la cara, ni Blas se hartaba de vino blanco. Pero, en cambio, tenían unos aperos de...
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