Narváez : 24
Narváez Capítulo XXIV de Benito Pérez Galdós Desfilaban los visitantes; mas D. Saturno embistió al Ministro y a mi suegro con su salmodia de moscardón, sin darles respiro, de lo que me alegré mucho, porque así pudimos tener Eufrasia y yo algunos apartes, y comunicarnos las respectivas instrucciones y consignas. Muy contenta de que fuese yo a la Granja con mi familia, me dijo: «Allí no hay que pensar en tonterías. Virtud a todo trance, y edificación completa. Déjalo de mi cuidado, y verás que bien me arreglo para que tú en tu terreno y yo en el mío edifiquemos con nuestra conducta intachable. Ya nos veremos allá, en el teatro, en los jardines, y hablaremos... pero poquito y con la mayor cautela. Hasta la Granja, Pepe... ¡Ay! ¿no ves? Mi Saturno se ceba en el pobre D. Juan y en D. Feliciano». En efecto: miré con disimulo las caras de las víctimas, y vi que a D. Juan lo había volteado ya dos veces, recogiéndolo para despedirlo de nuevo. Rogué a mi amiga que...
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