Las inquietudes de Shanti Andía: 117
none Pág. 117 de 156 Las inquietudes de Shanti Andía - Libro quinto Pío Baroja -Sí, hombre. Salí de la atalaya y crucé el rompeolas. El mar saltaba por los malecones y llegaba hasta las mismas casas, haciendo un ruido de terremoto. Metiéndome por el agua, llegué hasta el ángulo del muelle y dije a los pescadores lo que pasaba, lo que me había dicho el atalayero. Se soltó el bote salvavidas. Larragoyen y otros marineros fueron entrando, a pesar de los gritos de sus mujeres. A mí me miraban come diciendo: ¿Qué irá a hacer éste? Salté al bote, y Larragoyen, con una galantería marina, me dijo que dirigiera yo. La lancha no tenía timón. Para momentos peligrosos, es más conveniente un remo largo, bien sujeto a popa, haciendo de espadilla. Todas las mujeres y chicos nos contemplaban con ansia. Era un momento aquél por el cual yo tenía la certidumbre de que había de pasar alguna vez en mi vida. Quizá mi sino era morir así, en el mar, de héroe, y que...
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