Las inquietudes de Shanti Andía: 107
Capítulo II - Días felices 107 Pág. 107 de 156 Las inquietudes de Shanti Andía - Libro qinto Pío Baroja Al amanecer del día siguiente me levanté muy de mañana. Estaba el tiempo templado. Saqué una silla al balcón, me senté, y apoyado en la barandilla estuve contemplando el pueblo y la casa donde vivía Mary. El sol se levantaba, ahuyentando las nieblas; el viejo campanario, las casas, el puerto, la punta del rompeolas iban apareciendo ante mi vista. No sé qué influencia deprimente tiene en mí la mañana, que es como una matadora de ilusiones; todo lo que me parece fácil y asequible de noche se me figura erizado de dificultades al amanecer. Era demasiado temprano para ir a ver a Mary Estaba impaciente; salí de casa, y en la carretera me encontré con el médico viejo. Era gran madrugador y salía temprano para su visita. Le saludé, le acompañé, le dije si conocía a Mary y le pregunté qué se decía en el pueblo de las galanterías de...
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