Las inquietudes de Shanti Andía: 029
none Pág. 029 de 156 Las inquietudes de Shanti Andía - Libro primero Pío Baroja Recalde nos mandaba aguantar en sentido contrario para detenernos. -¡Ciad! ¡Ciad! -gritaba. Y nosotros metíamos las palas de los remos en el agua, resistiendo todo lo posible. Hubo un instante en que no pudimos contrastar el impulso de una ola, y entramos en el canalizo rasando las rocas, envueltos en nubes de espuma, expuestos a hacernos pedazos. Alrededor, cerca de nosotros, todo el mar estaba blanco; en cambio, por contraste, más lejos parecía completamente negro. Las olas saltaban sobre las peñas con tal fuerza que, al caer la espuma en copos blancos como nieve líquida, nos calaba la ropa. A medida que avanzábamos en el canal, el mar iba quedando más tranquilo; el agua verdosa, casi inmóvil se cubría de meandros de plata. Cuando nos vimos en seguridad nos miramos satisfechos. Zelayeta se puso a proa con el bichero y Recalde y yo, unas veces remando y otras empujando contra...
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