La Tribuna: 08
Capítulo VII 08 Pág. 08 de 39 La Tribuna Emilia Pardo Bazán Preludios Tardó Chinto en aclimatarse: mucho tiempo pasó echando de menos la aldea. Dos cosas ayudaron a distraer su morriña: un amolador, que se situaba bajo los soportales de la calle de Embarcaderos, y el mar. Cuantos momentos tenía libres el paisanillo, dedicábalos a la contemplación de alguno de sus dos amores. No se cansaba jamás de ver los altibajos de la pierna del amolador, el girar sin fin de la rueda, el rápido saltar de las chispas y arenitas al contacto del metal, ni de oír el ¡rsss! del hierro cuando el asperón lo mordía. Tampoco se hartaba de mirar al mar, encontrándolo siempre distinto: unas veces ataviado con traje azul claro, otras, al amanecer, semejante a estaño en fusión; por la tarde, al ocaso, parecido a oro líquido, y de noche, envuelto en túnica verde oscura listada de plata. ¡Y cuando entraban y salían las embarcaciones! Ya era un gallardo bergantín, alzando...
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