La lucha por la vida I: 041
none Pág. 041 de 97 La lucha por la vida I Segunda parte Pío Baroja »El gobernador estaba celoso, y la verdad es que la Rosita quería al secretario. Yo no he visto en mi vida un dolor tan grande como el de aquella mujer cuando encontró a su amante muerto. Lloraba y se arrastraba dando unos lamentos que partían el alma. Napoleó lloró también. »Enterramos al secretario, y a los cuatro o cinco días del entierro nos comunicó el jefe de policía de la isla que la escuela no podía estar más tiempo haciendo de circo, y que nos fuéramos. Obedecimos la orden, porque no había más remedio, y durante un par de años estuvimos andando por pueblos del centro de América, del Yucatán y de México, hasta que en Tampico se deshizo la compañía. Como allá no había medio de trabajar, Pérez y yo nos embarcamos para Nueva Orleáns. -Hermoso pueblo, ¿eh? -dijo Roberto. -Hermoso. ¿Ha estado usted allí? -Sí. -Hombre, ¡cuánto me alegro! -Qué río, ¿eh? -¡Un mar!...
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