La desheredada : 2-08
La desheredadaSegunda ParteCapítulo VIIIEntreacto en la calle de los Abades de Benito Pérez Galdós I «¿A dónde vamos? -preguntó Isidora cuando salieron a la calle. -¡Qué pregunta!... A mi casa -replicó don José, estrechando a Riquín entre sus brazos con ardiente cariño-. Abades, 40. No parece sino que hemos de quedarnos en la calle. No te apures, hija; de menos nos hizo Dios. En casa no te faltará nada. Melchor la ha puesto muy guapamente». Y en medio de la turbación que el repentino desalojamiento le producía, D. José sintió íntimo gozo al considerarse protector de su ahijada, al sentirla tan cerca de sí, sometida a su generoso amparo. Siempre que hacía algo en beneficio de ella, el pobre señor se crecía y se hinchaba; que hay muchas especies de orgullo. Iban silenciosamente por la calle, él delante, ella detrás, porque la estrechez de las aceras no les permitía caminar juntos. Cuando llegaron, Melchor estaba en casa. Había hecho de la sala...
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