La desheredada : 1-18
La desheredadaPrimera ParteCapítulo XVIIIÚltimos consejos de mi tío el Canónigo de Benito Pérez Galdós ¡Qué lástima no ser poeta épico para expresar, con la elocuencia propia del caso, el enojo de D.ª Laura, el cual, si no rayaba tan alto como la ira de los dioses, hallábase a dos dedos de ella! Todo por que la señorita Isidora no se conducía decorosamente. Don José estaba profundamente afligido por no poder lanzarse a la defensa de su querida ahijada. Y si alguna tímida palabreja salía de su boca, D.ª Laura se le quería comer vivo. El cargo principal que contra Isidora se formulaba era que se había quedado fuera de casa en la noche del 11. «Nada, nada -dijo la iracunda señora a su marido del modo más imperioso-. Esa... Sardanápala no tiene que poner más los pies en mi casa. Si la ves, dile que mande por sus cuatro pingos y por los papelotes de su padre». Y en efecto, al anochecer del 12, Isidora mandó por su equipaje. ¡Temblad, humanos!..., ¡ponía...
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