La de los tristes destinos : 33
La de los tristes destinos Capítulo XXXIII de Benito Pérez Galdós Acercose Ibero, aunque desde el primer instante hubo de conceptuarla borracha o loca, abordó ante ella la cuestión magna. Para su información y consulta no tenía más que aquel triste documento, escrito con garabatos ininteligibles. «Soy Santiago Ibero -le dijo-. ¿No me conoce usted? ¿No recuerda haberme visto dos años ha en la casa de su amiga Mauricia Pando?... Vengo de Andalucía, y quiero que usted me dé noticias de Teresa, óigalo bien, de Teresa...». Soltó doña Manuela una risilla entre burlona y dolorida, y estas palabras incoherentes: «Vos, el salvaje negro... preguntáis por mi hija... ¡Oh! Teresa, Duquesa... hija del alma... Llevadme, si gustáis, a la casa grande, ¡oh!... Veréis que ha sido ella, ella sola, sin mi consejo, la que ha tomado por querindango al Duque... ¡ah, el Duque!... Ahí le tenéis en el Regio Alcázar... Es de los Muñoces de Tarancón, que tienen una pata en el...
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