La corona de fuego: 60
La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo VII - Justicia de dios y de los hombres Es tiempo de acabar, y por Dios santo Que esa expiación aterre y horroriza Con funeral espanto ¿Quién pudo imaginar tormento tanto? ¡Diabólica invención que martiriza! Lúgubre quebranto. La tempestad bramaba todavía. Los silbidos del huracán, el estrépito de los truenos y aquella copiosísima lluvia que descendiera en remolinos como un diluvio, formaban el terrible conjunto de aquel cuadro destructor y horrísono, iluminado por el brillo fatídico de los relámpagos que inflamaran el espacio con una niebla sulfúrea y luminosa. Y entonces estallaba el trueno, fragoroso siempre, el trueno precursor del rayo que estallaba a su vez también con su poderoso eco y que solía descender en angures parábolas sobre las copas de los árboles que tronchaba y reducía a pavesas. Era aquélla una verdadera tempestad tropical, un vasto...
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