Introducción El Greco

DIFÍCILMENTE se puede imaginar una escena de tan intensa cuanto prolongada contemplación de un fenómeno de la naturaleza o del arte, una sensación de tan honda cuanto recogida penetración en las interioridades del alma humana como la que diariamente, año tras año, cabe sorprender en la suspensa expresión reflejada en los rostros de quienes logran satisfacer el sublime deseo de enfrentarse con una de las obras maestras del arte universal: «El entierro del conde de Orgaz». Es realmente un espectáculo único el que se goza paseando alternativamente la vista por el cuadro y por las caras de los espectadores, unas caras que expresan algo tan indefinible como la sorpresa, hecha, a partes iguales, de una seria meditación transcendente y de una incontrolada sonrisa apenas esbozada. Puede uno no compartir los elogios que ha desatado el arte de aquel pintor cretense que llegó a españa, sin madurar todavía, allá por los años setenta del siglo xvi, pero nadie puede sustraerse al...

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