III. La Maduración del Genio
Introducción GALILEO convenció, pero no venció. Consiguió, antes que otra cosa, irritar más aún a sus adversarios. El mordaz sarcasmo de su aguda pluma no contribuía, por supuesto, a calmar la irritación de gente que ya veía venirse abajo sus más caras ilusiones intelectuales. Mientras su implacable sentido común le conducía, por un lado, a fabricar un telescopio con el que, por primera vez, amplió el limitado alcance de los sentidos humanos de manera inimaginable, viendo un universo «cien mil veces más grande que el que habían visto hasta entonces todos los sabios de los siglos», descubriendo nuevos y extraordinarios fenómenos en el cielo, por el otro cavaba si no su propia tumba, sí su propia prisión, enfrentándose a todo el «establishment» intelectual de su época, al menos en el ámbito católico. Con Del movimiento, Galileo inició una larga lucha en defensa de sus conclusiones y, con ellas, de la libertad de pensamiento en el terreno científico, por la que fue perseguido y obligado a permanecer sus últimos años en el aislamiento de su finquita de Arcetri. Según dice Max Bron, «la exactitud científica y los métodos científicos de la investigación experimental y teórica han permanecido constantes desde la época de Galileo a través de los siglos», y todo indica que seguirá lo mismo.
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