Estado civil - Primera parte. Capítulo IV
EL AMOR Continúo golpeando los lineros sombríos que rodean el clavo donde acampo durante algunos años como una tribu en el período feliz de su historia. Me enseñaron a leer. Mis ojos fueron dotados de ese inmenso poder. Conocí la iniciación decisiva de los signos. No experimenté forzosamente ninguna sorpresa, ningún placer. ¡Qué poderoso zafarrancho en la economía de mis fuerzas, sin embargo! Pero el zafarrancho estaba en el fondo de una callosidad cerrada, mi conciencia llena de llamadas confusas no se enteraba de nada. Apenas le sacaba algún entretenimiento tonto. Y nadie había que me golpeara contra el umbral terrible de una palabra solemne. Cuando decía: "yo", ¡qué eco débil y desarticulado! Pasaba largos ratos junto a los espejos. Pero vuelta la espalda, delante de mis ojos sólo quedaba una silueta muy vaga y únicamente de cara. Creo que no me he conocido de perfil y de espaldas hasta los veinte años. Yo era un lugar vacío batido por vientos errantes, por...
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