Estado civil - Primera parte. Capítulo II
EL MIEDO Veo todo el piso adonde nos mudamos alrededor de mis tres años. Veo mi habitación, allí he pasado miedo. ¿No había tenido miedo antes, delante de la cabra furiosa o rodando por ése jardín a una velocidad en que pronto perdía el dominio? Eso habría que preguntárselo a otro que ya no soy yo. También he pasado miedo en la habitación de mi madre y, sin embargo, allí me refugiaba para esquivar el temor y la pesadumbre cuando ella no estaba. Joven, inquieta, salía con frecuencia. Cada tarde, cada uno de sus pasos hacia el mundo tenía el frufrú de la seda; su marcha era el nudo frívolo de un drama cruel dentro de mi cabecita. A las cinco, cuando regresaba yo del paseo, la angustia me apresaba. Rondaba alrededor de su tocador, mendigaba los momentos en que podía ser admitido. Le admiraba con una ternura que se inflamaba pero contenía los sollozos acumulados para no inquietarla. Me habían hablado de la valentía. También de la necesidad de no ser ridículo:...
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