En la carrera: 09
Capítulo IX 09 Pág. 09 de 21 En la carrera- Primera parte Felipe Trigo Madrid, tras dos semanas de lluvia, que había mojado ya los renuevos tiernos de los árboles, resurgía en una definitiva y dulce primavera oliente a acacias, a lilas, a nardos. De vuelta de las clases, Esteban se paraba en los paseos a contemplar las platabandas de alhelíes y a las yemas verdegay que formaban en las oscuras ramas de los cedros sumidades muy vistosas. Esto, y las grecas y festones hechos con los tonos claros de picadas hierbas sobre el trébol, recordábanle las zapatillas de cañamazo y lana dulce que a su hermana él había visto bordar alguna vez. Los jardineros madrileños eran buenos bordadores, y en medio de cada florón del jardín, una estatua blanqueaba. Le daban ahora tanta envidia estas estatuas, al sol, bajo las ramas y los pájaros, oyendo no lejos el eco de una fuente, como frío y compasión habíale dado tiempo atrás el pobre Goya, sentado y sin poderse mover...
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