En el barrio
En el barrio de Evaristo Carriego Ya los de la casa se están acercando al rincón del patio que adorna la parra, y el cantor del barrio se sienta, templando, con mano nerviosa la dulce guitarra. La misma guitarra, que aún lleva en el cuello la marca indeleble, la marca salvaje de aquel despechado que soñó el degüello del rival dichoso tajeando el cordaje. Y viene la trova: rimada misiva, en décimas largas, de amable fiereza, que escucha insensible la despreciativa moza, que no quiere salir de la pieza... La trova que historia sombrías pasiones de alcohol y de sangre, castigos crueles, agravios mortales de los corazones y muertes violentas de novias infieles... Sobre el rostro adusto tiene el guitarrero viejas cicatrices de cárdeno brillo, en el pecho un hosco rencor pendenciero y en los negros ojos la luz del cuchillo. Y muestra, insolente, pues se va exaltando, su bestial cinismo de alma atravesada: ¡Palermo, le ha oído quejarse,...
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