El tesoro de Gastón: 13
Capítulo XIII 13 Pág. 13 de 15 El tesoro de Gastón Emilia Pardo Bazán El aro de oro Poco más de un mes estuvo en Madrid Gastón, y la tarde en que regresó, al ver a Telma que había salido a esperarle, la abrazó con tanto cariño, que la vieja sirviente se deshizo en llanto. El señorito venía muy diferente: ¡qué formal, qué aplomado, qué hombre! Al otro día de la llegada, Gastón empezó a dar órdenes para arreglar las habitaciones del castillo y reparar lo que era más urgente que se reparase. Los muebles de comodidad, las ropas, el ajuar todo, llegaron en breve por el ferrocarril: Gastón levantaba su apeadero de Madrid y se traía el mobiliario; además había adquirido muchas cosas, no de lujo, pero necesarias. Albañiles y carpinteros empezaron a arreglar los techos y pisos del Pazo y de la capilla, cerrada desde tiempo inmemorial, en curo magnífico retablo barroco anidaban las palomas y las golondrinas, y en cuyo púlpito se guarecía una tribu...
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