El tesoro de Gastón: 07
Capítulo VII 07 Pág. 07 de 15 El tesoro de Gastón Emilia Pardo Bazán La torre de la Reina mora Estas últimas vistas del anteojo tuvieron la virtud de dejar pensativo a Gastón. No había cumplido los treinta, y estaba preparado por su vida anterior, por la atmósfera de molicie y sensualidad respirada, a que la mujer, en el hecho de serlo, le causara efecto perturbador. No era Gastón un vicioso libertino, y esta verdad la llevaba escrita en la tersura de sus sienes, en la humedad y brillo de sus ojos; pero como ningún freno moral conocía desde la pérdida de su madre; como a nada serio había aspirado; como no enderezaba su existencia hacia ningún fin, el capricho y epicureísmo egoísta se habían apoderado de él, tomando cuerpo en esos juegos y antojos de la imaginación y de los sentidos, sueltos como potros brincadores. Bien registrado el panorama, quiso Gastón bajarse de su observatorio. El descenso era más peligroso aún que la subida, y dos o tres...
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