El sino: 05
El sino Capítulo V de Joaquín Dicenta Fué modesta la boda, sin que en ella faltara ninguna de las cursilerías propias á este género de ceremonias. Carmen se plantó en el moño y en la pechera del vestido los ramitos de azahar; la madre ciñó -en un decir- el traje de seda no reformado de veinte años á entonces; la hermana cincuentona echó también mano de los azahares en prueba de su fósil virginidad; y la comitiva, precedida por el padrino tomó la ruta de la iglesia. Previas las bendiciones y la plática del sacerdote y el mendigueo de sacristán y monaguillos, fueron á tomar desayuno al próximo café. -¡Vivan los novios! -gritaba la granujería, asomándose por las ventanas del establecimiento. ¡Vivan los novios! -repetían los pobres de oficio. ¡Vivan los novios!... parecían decir con desentonados acordes el violín y el piano del café. ¡Vivan los novios! -exclamó la comitiva á coro. Mudado el traje de ceremonia por otro más sencillo, tomaron...
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