El Señor de Bembibre:37
El Señor de Bembibre Capítulo XXXVII de Enrique Gil y Carrasco Los tristes pronósticos de doña Beatriz fueron cumpliéndose muy aprisa desde aquel día, y sus padecimientos físicos, unidos a los combates de su alma, empezaron a desmoronar visiblemente aquel cuerpo de tantas maneras minado y cuarteado. Las bellas y delicadas tintas de la salud, que otra vez habían vuelto a sonrosear aquel delicado rostro, digno de un ángel de Rafael, se trocaron poco a poco en la palidez de la cera, bien como vemos las nubes del ocaso perder sus vivos matices a medida que baja el sol. La morbidez suavísima de sus carnes, la bella ondulación de sus contornos, la gallardía de sus movimientos, que por algún tiempo oscurecidas bajo las sombras del dolor y la enfermedad habían comenzado a florecer de nuevo, otra vez volvieron a marchitarse bajo el soplo del desengaño. Su forma se parecía más y más a la de una sombra, y lo único que en ella iba quedando era el reflejo de aquel alma...
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