El Señor de Bembibre:35
El Señor de Bembibre Capítulo XXXV de Enrique Gil y Carrasco Las esperanzas de doña Beatriz venían a ser con tan raros sucesos como las flores del almendro que, apresurándose a romper su capullo a las brisas de la primavera, y abriendo su seno a los rayos del sol, desaparecen en una sola noche al soplo mortífero de la helada. Su alma cansada de sufrir y su salud postrada a los embates del dolor, no bien sintieron flojas las rigurosas ataduras, cuando se abalanzaron ardientemente a la fuente del bien y la alegría, para templar su hidrópica sed, bien ajenas de encontrar el acíbar de nuevas tribulaciones, donde tan regalada frescura y suavidad se imaginaban. No era muy del agrado del cuerdo don Alonso aquella imprudente seguridad en que se adormecía su hija, pero gracias a ella sus fuerzas se restauraban tan visiblemente y hasta su memoria parecía purificarse de los pasados trágicos recuerdos de tal modo que no tenía valor para destruir aquel hermoso sueño que le...
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