El Señor de Bembibre:09
El Señor de Bembibre Capítulo IX de Enrique Gil y Carrasco El parasismo de la infeliz señora fue largo, y dio mucho cuidado a sus diligentes enfermeras, pero al cabo cedió a los remedios y sobre todo a su robusta naturaleza. Un rato estuvo mirando alrededor con ojos espantados, hasta que poco a poco, y a costa de un grande esfuerzo, manifestó la necesaria serenidad para rogar que la dejasen sola con su criada, por si algo se la ofrecía. La abadesa, que conocía muy bien la índole de su sobrina, enemiga de mostrar ninguna clase de flaqueza a los ojos de los demás, se apresuró a complacerla, diciéndole algunas palabras de consuelo y abrazándola con ternura. A poco de haber salido las monjas, doña Beatriz se levantó de la cama en que la habían reclinado, con la agilidad de un corzo y cerrando la puerta por dentro, se volvió a su asombrada doncella, y la dijo atropelladamente: -¡Quieren llevarme arrastrando al templo de Dios, a que mienta delante de él y de los...
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