El Señor de Bembibre:08
El Señor de Bembibre Capítulo VIII de Enrique Gil y Carrasco Los días que siguieron al encierro de doña Beatriz fueron, efectivamente, para el señor de Bembibre todo lo penosos y desabridos que le hemos oído decir, y aún algo más. Sin embargo, su natural violento e impetuoso mal podía avenirse con un pesar desmayado y apático, y día y noche había estado trazando proyectos a cual más desesperados. Unas veces pensaba en forzar a mano armada el asilo pacífico de Villabuena al frente de sus hombres de armas en mitad del día y con la enseña de su casa desplegada. Otras resolvía enviar un cartel al conde de Lemus. Ya imaginaba pedir auxilio a algunos caballeros templarios y sobre todo al comendador Saldaña, alcaide de Cornatel, que sin duda se hubieran prestado en odio del enemigo común, y ya, finalmente, aunque como relámpago fugaz, parto de la tempestad que estremecía su alma, llegó a aparecérsele la idea de una alianza con un jefe de bandidos y, proscritos...
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