El saludo de las brujas: 14
El saludo de las brujas Segunda parte - Capítulo II de Emilia Pardo Bazán Instalación Cuando Felipe María, al abrir los párpados después de un largo desvanecimiento, había visto a Rosario a su cabecera, no sintió extrañeza: pareciole natural que la chilena estuviese allí, cogiéndole la mano lo mismo que una madre. Desde el primer momento, sus injuriosas presunciones se desvanecieron: la lucidez que a veces acompaña a las proximidades de la muerte le descubrió en el rostro de la chilena, en su actitud, en su voz -en un no sé qué imposible de definir- la verdad de su inocencia y el noble móvil de sus actos. Rosario, arrodillada, balbuciente, pedía perdón; no el que piden los criminales, sino otro perdón, el que solicita el alma enamorada cuando hace daño sin querer, el que angustiosamente pedía Viodal al dar a Rosario la noticia de la herida de Felipe. Rosario se creía culpable de que Felipe estuviese a las puertas de la sepultura. Era ella, su obstinado...
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