El pesimista corregido: 22
V 22 Pág. 22 de 31 El pesimista corregido Santiago Ramón y Cajal La vida del cuitado Juan se iba haciendo por cada día más difícil. Cierto que su clarividencia portentosa le permitía evitar los microbios; pero tal ventaja no había influído en su sensibilidad, de cada vez más susceptible, y ajustada, ab initio, para otra gama de sensaciones visuales. A causa de esta inarmonía entre la excitación y la reacción, cobró repugnancia al vino, al agua, a la carne..., a todo. Pasaba los mayores apuros a la hora de comer, y, no obstante intervenir él personalmente en las faenas cocineriles, esterilizando, filtrando, analizando y limpiando primeras materias, le ocurría a menudo sorprender en los alimentos y bebidas bicharracos o bacterias que le asqueaban el estómago y le quitaban el apetito. En virtud de un fenómeno psicológico difícil de explicar, aun los manjares más limpios y saludables causábanle repugnancia y escrúpulos. Porque a sus ojos la carne...
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