El pesimista corregido: 18
18 Pág. 18 de 31 El pesimista corregido Santiago Ramón y Cajal ¡Lástima que el oído de Juan no corriera parejas con su vista! El espectáculo hubiera sido aún más sorprendente. El ruido de las descomunales gotas de agua al desparramarse en el suelo, el zumbido de los copos al rozar el aire, el de las burbujas al reventar, hubieran producido en sus oídos el efecto de infernal baraúnda, de concierto ensordecedor. ¡Y qué cosa más extraña la gota de agua! Juan creía saber lo que era un líquido. Se lo habían explicado en la clase de Física, donde le hablaron de la tensión superficial, y de esa fuerza de cohesión en cuya virtud la gota tiende a conservar su forma esférica y a mantener incólume su personalidad, rechazando todas las sustancias antipáticas, es decir, no humedecibles. Pero este fenómeno, difícil de comprobar a la simple vista, y poco a propósito por consecuencia para causar honda impresión, mostrábase ahora ante los ojos avizores...
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