El papá de las bellezas: 06
Capítulo VI 06 Pág. 06 de 11 El papá de las bellezas Felipe Trigo Era la tercera de las noches que, prudentemente distanciadas, Hipólito pasaba con Matilde. Fumaba él, de espaldas en el lecho, mientras ella, de codo contra el almohadón y con el negro pelo formándose dosel á las ebúrneas desnudeces hermosas y gitanas de los hombros, contábale su vida. Recurso de todas estas mujeres con quienes, de otro modo, no se sabría qué hablar después de las caricias. Ansia de Matilde, además, en este caso, por sincerarse de torpezas con el gran señor que se había dignado aceptarla, agasajarla, y lucirla y darla cartel por teatros y paseos. -Sí, mira, Hipólito; tú me creerás una salvaje cazada en el desierto... ¡y no!... Nací en París, y tengo más ilustración que muchas, puesto que soy, puesto que fui maestra de escuela, aquí donde me ves! -¡Caramba! ¡Maestra de escuela! -¿Te extraña?... Pues lo soy. ¡Vaya si lo soy!... Verás, mis tíos, unos...
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