El monaguillo: 2
El artista, que era un escultor, había renunciado hacía tiempo a sus estatuas y se dedicaba a hacer figuritas de cera, que no siempre vendía y los exvotos que para la iglesia le encargaban. Era un hombre malo y descreído que sólo había consentido en que su sobrino, que era huérfano de padre y madre, pasara gran parte del día en la parroquia y al servicio de ella, porque el señor cura le daba de comer y porque sacaba algunos cuartos de las propinas que nunca le faltaban en bautizos, bodas y funerales. Así el muchacho no le era gravoso y en los ratos que le tenía en su casa le enseñaba a hacer figurillas de barro y de cera, prometiendo él, a pesar de sus pocos años, llegar a ser un buen escultor. -Tío, dijo un día Miguel al artista, si vendieras velas en vez de estatuas, sacarías más provecho, porque son muchas las que llevan a la iglesia y arden en ella todos los días. -¿Y qué falta hacen esas velas allí?- Preguntó el escultor. -Casi todas se las ponen a la...
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