El gran simpático: 04
Capítulo IV 04 Pág. 04 de 10 El gran simpático Felipe Trigo Se venía susurrando desde julio; pero hasta estos días, ya en meses mayores la Doria, y con los escándalos del padre, no fue la comidilla del pueblo. En La Concordia, como cuando traía la Prensa bombas o el asesinato del rey de Portugal, había gente a las diez de la mañana. Un grupo de jóvenes en una mesa. En otra, solo, con los respetos de hermano del cacique máximo, don Heliodoro -o séase Jú, según llamaban todos, «por detrás», a este mastodonte con cabeza de sandía, y que acostumbraba a matizar sus charlas torpes con unos guturales jús breves y secos, como el gruñido con que un cerdo se interrumpe cuando come en el dornajo. Jú, tomando una copa de coñac, informaba acerca de la Doria, fidedignamente, como hombre que, por su hermano, conocía al detalle cuanto tenía relación con la política o con la justicia del pueblo. Además, era un alto moralista, aunque pudiesen creerle los...
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