El cura de vericueto: 09
El cura de vericueto Segunda parte - Capítulo III de Leopoldo Alas No sólo el orgullo me incitaba a darle tiempo y forma al barón para cambiar la rueda de la fortuna: también la simpatía que me inspiraba, la lástima que le tenía me animaban a ello. Fingía el infeliz gran serenidad: sonreía, sonreía sobre todo cuando la risa fina del conde le desafiaba, tentaba su valor. A cada nuevo golpe repetía Cabranes: -Pero, amigo capellán, esto no vale; así va usted a acabar por perder de fijo... Basta, basta... le debo a usted... -Adelante, adelante -interrumpía yo, entre la admiración de todos. Empezó el trance fiero de jugar lo que ya no había presente; riqueza que se tenía o no se tenía... ¡Pero bastaba la palabra de un noble! Yo no sé si creía en el dinero ausente, pero creía en la palabra. ¡Debajo de las piedras buscaría un Cabranes el dinero que ofrecía! El conde, ante aquellos dos valientes, cada cual a su modo, lleno de envidia, empezó a apuntar la idea...
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