El conde de Montecristo: 5-10

El conde de MontecristoQuinta parte: La mano de DiosCapítulo 10 de Alejandro Dumas Capítulo diezLa fonda de La Campana y La Botella Dejemos de momento a la señorita de Danglars y su amiga, camino de Bruselas, y volvamos al pobre Cavalcanti, tan desgraciadamente detenido al empezar su fortuna. A pesar de sus pocos años, era un joven listo e inteligente, y así es que a los primeros rumores que penetraron en el salón, le vimos ir ganando gradualmente la puerta. Olvidamos una circunstancia que no debe omitirse, y es que en uno de los salones que atravesó Cavalcanti estaban los regalos de la novia: diamantes, chales de Cachemira, encajes de Valenciennes, velos ingleses, y en fin, todos aquellos objetos que sólo el nombrarlos basta para hacer saltar de alegría a una joven. Ahora bien, al pasar por aquel cuarto, y esto prueba que Cavalcanti era no solamente un joven diestro e inteligente, sino también previsor, se apoderó del mejor aderezo. Reconfortado con aquel viático, se...

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