El conde de Montecristo: 5-04

El conde de MontecristoQuinta parte: La mano de DiosCapítulo 4 de Alejandro Dumas Capítulo cuartoEl juicio Serían las ocho de la mañana cuando cayó Alberto como un rayo en casa de Beauchamp. El ayuda de cámara estaba avisado, e introdujo a Morcef en el cuarto de su amo, que acababa de entrar en el baño. -¡Y bien! -le dijo Alberto. -Os estaba esperando, amigo mío -contestó Beauchamp. -Aquí me tenéis. No os diré, Beauchamp, que os creo demasiado honrado y demasiado noble para sospechar que habéis hablado a nadie de nuestro asunto; no, amigo mío. Además, el mensaje que me habéis enviado es una garantía del aprecio que os merezco. Por consiguiente, no perdamos tiempo en preámbulos, ¿tenéis alguna idea de quién puede venir el golpe? -Os diré lo que sé. -Sí; pero antes, amigo mío, debéis referirme la historia de esta abominable traición con todos sus pormenores. Y Beauchamp refirió al joven, abrumado de vergüenza y dolor, los hechos que vamos a referir con...

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