El arado
Tipos y paisajes criollos - Serie IV El arado de Godofredo Daireaux El arado Antes de que el sol ardiente de Enero asome en el horizonte su faz de fuego, a las cuatro de la mañana, cuando todavía puede uno creer que dura la primavera, al sentirse rozar la cara por el fresco hálito del alba, los arados de don Giuseppe ya rajan la tierra virgen de la Pampa. A cierta distancia del rancho, en medio de los confusos rumores del despertar de la naturaleza, retumban gritos enérgicos, llamadas imperativas, nombres raros, como apodos de esclavos, incesantemente atropellados por un amo gritón y exigente. Pero la voz es juvenil, los nombres son de benévola sonoridad, y los gritos, no parece que sean de enojo: «¡Machete! ¡Zarco! ¡Pepito!» Detrás del arado, caminan, apurados, los hijos de don Giuseppe, la picana en la mano, tropezando entre los terrones, manejando como hombres vigorosos, muchachos que son, de doce y trece años, ocho bueyes, cada uno, y trazando, cada uno, su...
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