Dos mujeres: 29
Capítulo XXVIII 29 Pág. 29 de 34 Dos mujeres Gertrudis Gómez de Avellaneda Lucían entonces los últimos días de otoño. Los árboles comenzaban a despojarse de sus vistosos follajes, las hojas amarillentas alfombraban la tierra y las aves viajeras, levantando su vuelo, iban a buscar en las costas africanas el calor que bien presto robaría el invierno al hermoso sol de Castilla. Desprendíanse los punzadores vientos de la nevada cima del Guadarrama, y sus hálitos penetrantes eran ya sensibles en Madrid, donde todo comenzaba a tomar la actividad que la naturaleza deponía. Formábanse tertulias; los teatros solitarios recobraban su esplendor y se trasladaban a la población de la vida y la alegría que se ausentaban de los campos. Sin embargo, aún había en el aspecto de la naturaleza aquella melancólica hermosura más grata a los corazones heridos o cansados que la pompa risueña de la primavera. Bellos son los últimos días del buen tiempo, bellos y...
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