Dos mujeres: 23
Capítulo XXII 23 Pág. 23 de 34 Dos mujeres Gertrudis Gómez de Avellaneda Las agitaciones de aquel día memorable volvieron a Carlos la fiebre con toda su primera violencia. La condesa le asistió, y cuando estuvo mejor se marchó con él a una casa que poseía a algunas millas de Madrid. Su encargado de negocios quedó ocupado de la venta de varias fincas de que juzgó oportuno deshacerse, y Carlos, triste, preocupado, pero resuelto a seguirla a cualquier parte, se abandonó enteramente a ella y a su amor, con aquella especie de desaliento con que sucumbimos a un destino contra el cual hemos luchado vanamente. Mientras él se entregaba ciego y débil a su loca pasión, la condesa tomaba desde su retiro todas las disposiciones para poder realizar su partida tan pronto como se hallase Carlos completamente restablecido; y Elvira, que sin conocer sus proyectos empezaba a temer vagamente alguna gran imprudencia en su amiga, la escribía larguísimas cartas a las...
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