Doña Milagros: 04
Capítulo III 04 Pág. 04 de 20 Doña Milagros Emilia Pardo Bazán Tenía muy mal naipe. Generalmente, al final de la temporada me encontraba con un mediano déficit en los escasos fondos que para el bolsillo me otorgaba mi prudente esposa. La cual era dueña absoluta de la llave de la gaveta, o dígase de la cómoda donde guardábamos el dinero... Costábame trabajo confesar mis pérdidas; y por eso (lo escribo con rubor) me reservé el importe de ciertas pensiones que se me abonaban por conducto de un procurador amigo mío, a fin de poder asegurar a Ilduara que habíamos salido de la temporada pie con bola. Asusta pensar de lo que hubiera sido yo capaz, a dominarme otras pasiones menos inocentes que la del tresillo. La ocultación de las pensiones demuestra que no es oro todo lo que reluce en mi hombría de bien. Hacía ya un mes que la cuna había vuelto a salir del desván, y, limpia de telarañas, ocupaba un rincón de nuestra reducida alcoba, cuando mi esposa...
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