Del frío al fuego: 13
Capítulo XII 13 Pág. 13 de 27 Del frío al fuego Felipe Trigo Resulta Pascual un reflexivo que tiene su originalidad. No ejecuta un solo acto sin compulsar su entera ramificación de consecuencias. Revolviendo en la exuberancia de sus chismes de tocador, de la mitad de los cuales desconoce el uso, evidentemente, ha tirado de no sé qué estuche, en la perchilla de red de sobre su litera, y ha hecho caer tres bayas de unas frutas que compró en Aden. Coge dos, galante, y me las brinda. Yo estoy aún tumbado en mi colchoneta, recibiendo con placer la fresca brisa que me enfoca la manguera del redondo ventanillo. Pero Pascual contiene su ademán de morder la fruta que se ha reservado para sí. Está en camiseta, en babuchas. Tiéndeme el brazo: -Oh, no coma... ¡no sé!... guárdelas... Con este diablo de no hablar nadie español, no pude preguntarle al moro si hacen daño con la leche. Queda perplejo. Su mayor tormento es que nadie le entiende por los puertos. Luego...
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