De tal palo, tal astilla:4
De tal palo, tal astillaCapitulo IV: La raza de José María de Pereda Decían las gentes de Perojales que los Peñarrubia eran como los vencejos: aparecía uno, arreglaba el nido, formaba una familia y desaparecía con ella, sin saberse adónde ni por qué. Al cabo de los tiempos, volvía un nuevo Peñarrubia, restauraba el caserón de abolengo y etc. Así hasta nuestro doctor. Todos los de Peñarrubia, según la tradición perojaleña, parecían fundidos en un mismo troquel. Todos eran misteriosos, huraños, poco afectos a la tierra nativa, y señaladamente irreligiosos. Esa cualidad era la que podía llamarse, como ninguna de las otras, el sello de raza. De manera que no tenían número las horrendas historias y los pavorosos relatos que, a propósito de la insigne familia, pasaban de padres a hijos entre el vulgo del país, gente sencilla y cristiana y, por contera, suspicaz y maliciosa. Apenas hay aldea en la Montaña que no tenga su Casa correspondiente; casa infanzona y...
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