De tal palo, tal astilla:21
De tal palo, tal astillaCapítulo XXI: Un caso de moral de José María de Pereda En la alcoba en que vimos encerrarse a Bastián cuando su tío le despidió de la suya de muy mala manera, conversaban los mismos dos personajes, cosa de una hora después de lo referido en el capítulo anterior. Y digo que conversaban, porque don Sotero, contra su costumbre, no maltrataba a Bastián con apóstrofes y dicterios; antes le agasajaba con tal cual sonrisilla placentera, y le buscaba con mimos los pocos registros sonoros que cabían en aquella inteligencia rudimentaria y agreste. Conversaban, repito, muy por lo bajo, con la puerta cerrada, sentado el tío en la única silla que había en el cuarto, y el sobrino al borde de la fementida cama, que le llenaba casi todo. -No me negarás -decía don Sotero- que Águeda es una perla de hermosura. ¡Qué cuerpo! Oro entre algodones... ¡Qué ojos! Estrella de enero... ¡Qué talle!... ¿Tú has visto bien aquel talle, Bastián? Bastián oía,...
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