Cañas y Barro: 92
none Pág. 92 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Los grupos felicitaban al Cubano, rígido dentro de su traje negro, y al tío Paloma, que se consideraba aquel día dueño del Palmar. Neleta se pavoneaba entre las mujeres, con la rica mantilla sobre los ojos, luciendo el rosario de nácar y el devocionario de marfil de su casamiento. De Cañamel nadie se acordaba, a pesar de su aspecto majestuoso y de la gran cadena de oro que aserraba su abdomen. Parecía que no era su dinero el que pagaba la fiesta: todos los plácemes iban a Tonet, en su calidad de dueño de la Sequiota. Para aquella gente, el que no era de la Comunidad dé Pescadores no merecía respeto. Y el tabernero sentía crecer en su interior el odio hacia el Cubano, que poco a poco se apoderaba de lo suyo. Este mal humor le acompañó todo el día. Su mujer, adivinando el estado de su ánimo, tuvo que hacer esfuerzos de amabilidad durante la gran comida con que obsequiaron en el piso alto de la...
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